El sistema educativo debe asegurar un acceso equitativo y una participación activa para todos los estudiantes, según la LOEI (2011). La educación inclusiva debe ser entendida como un proceso que atiende la diversidad de necesidades, promoviendo la participación en actividades culturales y comunitarias. No se trata de una tendencia moderna ni de una fase de la Educación Especial, sino de un enfoque basado en derechos y en la educación para todos (UNESCO, 2000).
Es fundamental cuestionar cómo reducir las barreras que limitan la participación escolar y cómo las acciones docentes pueden transformar el sistema educativo. Estas interrogantes buscan generar respuestas que hagan las prácticas educativas verdaderamente inclusivas, adaptándose a todos los estudiantes. Un cambio de enfoque es necesario para que la educación se desarrolle con una perspectiva más inclusiva y equitativa.
El currículo, como núcleo de las prácticas educativas, debe incluir principios que fomenten la inclusión, más allá de una obligación administrativa. A menudo, este aspecto se aborda de manera rígida, sin considerar la diversidad de estilos y necesidades de los estudiantes. Un currículo inclusivo debe permitir una flexibilidad que garantice el acceso equitativo al aprendizaje para todos los alumnos, respetando sus singularidades y ritmos.
El Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA) se presenta como una solución para implementar prácticas curriculares inclusivas. Desarrollado por el CAST, el DUA busca eliminar las barreras en el diseño curricular, promoviendo un aprendizaje accesible para todos. Esta metodología se plantea como alternativa para superar las limitaciones que aún persisten en las actividades educativas, garantizando que todos los estudiantes puedan involucrarse plenamente en su aprendizaje.